Adrián era muy valiente
porque a nada le temía,
ni a arañas ni a serpientes
y si las veía, se reía.
Sus amigos intentaban asustarlo
con historias inventadas,
pero no conseguían aterrarlo
ni los ogros ni las brujas malvadas.
Una noche en su cama se acostó
bajo la bonita colcha amarilla
y al rato se despertó
porque tuvo una pesadilla.
Cuando los ojos abrió
vio un fantasma feo y matón,
Adrián se asustó
y casi se le paró el corazón.
Sus amigos se rieron,
al muñeco le quitaron la goma
y de su escondite salieron
porque todo era una broma.
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